Cuando la Virgen se apareció ante el cacique Coromoto, de la tribu de los indígenas Cospes en 1652, fue para ofrendar Su Milagrosa imagen como prenda de Amor, Fe y Esperanza para toda Venezuela, país que la acogió desde ese momento como Su Celestial Patrona.
La ciudad de Guanare fue fundada en 1591 por los españoles con el nombre de "Espíritu Santo del Valle de Goanagoanare", topónimo que derivó posteriormente al actual de Guanare. Este nombre indígena quiere decir "Lugar dulce de gaviotas". Los indígenas que habitaban en la región con la llegada de los españoles huyeron hacia la selva, al norte de la ciudad. Desde entonces los civilizadores extranjeros transcurrieron décadas esperando que los miembros de la tribu descendieran de las montañas para que tomaran parte en el aprendizaje del cultivo de los campos y de la doctrina Cristiana. Pero eso parecía casi imposible que sucediera.
Un día de comienzos del año 1651 en la quebrada del río Tucupido, sobre la corriente de las aguas, el Cacique Coromoto (Jefe de la Tribu, cuyo nombre quiere decir "Hijo de la Diosa del Maíz Rojo") junto a su mujer y otros indígenas contemplaron asombrados la imagen de una Bella Mujer con un Niño en brazos. La Bella Mujer le dijo en al Cacique en su lengua: "Sal del bosque junto con los tuyos y ve donde los blancos para que les echen agua sobre la cabeza y puedan subir al Cielo". El cacique, impresionado por lo que había visto y escuchado, decide obedecer a la Bella Mujer. Casualmente un español llamado Juan Sánchez pasó por allí y el Cacique le relató lo sucedido. Juan Sánchez le puso a la orden unos terrenos que había obtenido años atrás por donde pasaba una quebrada llamada Coromoto, a unas 5 leguas de Guanare. De ese modo los indios Cospes dieron su consentimiento de vivir allí y de hacerse cristianos.
Transcurrido varios meses en Coromoto, los indígenas recibieron el Bautismo a excepción del Cacique, a quien el demonio le hacia probar disgusto por la religión y lo tentaba con regresar a la selva. El mutismo y enfado del Cacique aumentaba cada día. Se sentía infeliz. Fue con ese estado de ánimo que llegó a su bohío el 8 de septiembre de 1652, y sin mediar palabras con nadie se acostó en su barbacoa. El sol se ocultó y dio paso a la noche. De repente, el umbral del bohío se iluminó de una luz fulgurante, como el sol del mediodía, que envolvía a la Bella Mujer de la quebrada. Estaban presentes la Cacica, su cuñada Isabel y su sobrino Juan, un niño dócil a la Gracia de Dios. Al verla el Cacique pensó que la Bella Mujer venía a reprocharle su mal proceder y le dijo: "¿Hasta cuándo me quieres perseguir? Bien te puedes volver, que ya no haré lo que mandes; por Ti deje mis conucos y conveniencias y he venido aquí a pasar trabajos". Su mujer al oírlo hablar de esa manera le reprochó: "No hables así con la Bella Mujer ni tengas tan mal corazón"; pero el Cacique enfadado le dijo a la Bella Mujer que aún permanecía en el umbral del bohío: “¡Con matarte me dejarás!”, y dicho esto, tomó el arco y apuntó a la Bella Mujer. A todas estas, la Bella Mujer entró en el bohío sonriente y se acercó cada vez más al Cacique, quien inmediatamente rindió las armas ante el imperio y respeto de tanta majestad; sin embargo, se abalanzó con ira sobre Ella para tomarla del brazo y echarla fuera. En ese instante, el interior del bohío quedó en penumbras. “¡Aquí la tengo!”, dice el Cacique en tono de furia y triunfo. Las dos mujeres intrigadas le piden ver a la Bella Mujer, fue entonces cuando el Cacique, a la luz del tenue fogón abrió su mano y vieron en una pequeñísima imagen el retrato de la Bella Mujer irradiando rayos luminosos. El Cacique, atemorizado por este extraño fuego que ardía sin quemar, se sintió nuevamente desafiado y con el mismo enojo de antes, envolvió la milagrosa imagen en una hoja y la escondió el techo de su bohío vociferando: "Ahí te he de quemar para que me dejes". El niño Juan entristecido por la amenaza del Cacique se fue a escondidas a avisarle a Juan Sánchez de lo sucedido. Éste con dos de sus compañeros, juntos fueron a la choza del Cacique y recuperaron la preciosa reliquia. Juan Sánchez, al recibirla de manos del niño, sintió profunda emoción, pues reconoció en ella la Madre de Dios, y con respeto la colocó en un relicario de plata que acostumbraba llevar al cuello.
Al día siguiente (9 de septiembre) el Cacique se puso en marcha para regresar a la selva pero fue mordido por una culebra a poca distancia del pueblo. El Cacique en punto de muerte se arrepintió y pidió a gritos de ser bautizado, sacramento que le fue administrado in extremis por un cristiano que transitaba por el lugar (acotamos que todo cristiano bien preparado, en un momento de urgencia, puede y debe administrar los sacramentos, especialmente del Bautismo y de la Reconciliación). Aquí la historia no se pone de acuerdo, pues hay dos versiones sobre el final de la misma: en una primera versión, el Cacique recomendó a los indios que se mantuvieran con los blancos y murió; en otra versión, el Cacique sobrevivió milagrosamente al envenenamiento y vivió bajo el nombre de Serafín Querubín Coromoto hasta el final de sus días.
En cuanto a Juan Sánchez, de regreso a su casa de Soropo, éste colocó a Nuestra Señora de Coromoto en un altarcito, donde permaneció hasta el primero de febrero de 1654, fecha en la que el señor cura de Guanare la llevó solemnemente a la catedral de la ciudad para su veneración pública, la cual se mantuvo hasta el año 2000 cuando la Sagrada Reliquia Imagen de la Virgen fue llevada al Templo Votivo Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, a 20 kilómetros de Guanare.