
No permitas, Gran Señora, que consiga instaurarse en tantos países nacidos y formados bajo el influjo sagrado de Cristo el régimen comunista, el cual niega todos los mandamientos de la Ley de Dios.
Para esto, oh Madre y Reina Nuestra, manten viva nuestra fe, e incrementa el vivo rechazo que el comunismo ha encontrado en todos los estratos despiertos a la conciencia de Dios, y muy especialmente en quienes han sido engañados y burlados por el mismo en Venezuela y América.
Ayúdanos a tener siempre presente que el Decálogo nos manda a "amar a Dios por sobre todas las cosas", "no tomar Su Santo Nombre en vano" y "guardar los Días Sagrados y Fiestas de Precepto". En cambio, el comunismo ateo todo lo hace para extinguir la Fe, lleva a los hombres a la blasfemia y crea obstáculos para la normal y pacífica celebración del culto a Dios.
Ayúdanos a tener muy presente que el Decálogo manda a "honrar al padre y a la madre", "a respetar la castidad" y a "no desear a la mujer (ni al hombre) del prójimo". Sin embargo, el comunismo desea romper los vínculos entre los padres y los hijos entregando la educación de éstos en manos del Estado; niega el valor de la castidad y la fidelidad conyugal y enseña que el matrimonio puede ser disuelto por cualquier motivo, por la mera voluntad de uno de los cónyugues.
Ayúdanos a recordar que el Decálogo manda a "no hurtar" y a "no codiciar los bienes ajenos", y que el comunismo, por el contrario, niega la propiedad privada y su tan importante función social. El Decálogo manda a "no matar", y el comunismo emplea la guerra de conquista como medio de expansión ideológica y promueve sangrientas revoluciones y crímenes de lesa humanidad como el antisemitismo, la persecusión religiosa e ideolígica, los fascismos, la limpieza étnica y racial, entre otros, en todo el mundo. El Decálogo manda a "no levantar falso testimonio ni mentir", y en cambio el comunismo utiliza sistemáticamente la mentira y la adulteración y manipulación de información y de datos como arma de propaganda.

Santa María, Madre de Coromoto, Patrona, Reina y Celeste Protectora de Venezuela y los venezolanos, haz que, cerrando resueltamente las puertas a la penetración comunista, nuestra Patria y nuestro suelo, y todas las naciones de América, puedan contribuir para que se acerque el día de la gloriosa victoria que predijiste en tus apariciones de Pontmain con estas palabras llenas de esperanza y dulzura: "Hijitos, rezad. Dios os escuchará pronto. Mi Hijo se conmueve", así como lo profetizaste en Fátima con esta frase llena de hermosas promesas y ricos tesoros de Gracia: "Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará". Amén